Cuando no se quiere ver a través de los lentes de género por indiferencia de clase social
O la cómoda y cambiante posición del discurso desde las distancias
Foto: Paro Nacional de 24 de agosto de 2017 |
Foto: Paro Nacional de Maestros/as del 08 de setiembre de 2017 |
La Huelga de maestros y, principalmente, maestras, duró más de dos meses. La mayoría de los rostros de la Huelga fueron rostros de mujeres. Mujeres que reclamaban sus derechos, con un sueldo miserable.
Siete de cada diez maestros son mujeres, y como es lo común en este país, más de la mitad debe ser jefa de hogar, y se encuentra en edad reproductiva con carga familiar. Seguramente, en muchos casos, además de la carga de los hijos/as, la de los padres, parientes enfermos, entre otros, sobre los que suelen recaer los cuidados de las mujeres, adicionalmente a su jornada laboral. Su sueldo bruto, al igual que el de sus colegas hombres, oscilaba - hasta antes de esta gran movilización - entre los S/. 1200 y S/ 1500 para la primera y segunda escala remunerativa más baja, donde se encuentran la gran mayoría de docentes (80%).
La profesión de educación es femenina. Según la ENAHO INEI 2015, del total de población que estudió educación en el nivel superior universitaria, el 61.6% son mujeres y el 38.4% son hombres. Esto
sin contar a las docentes egresadas de institutos que representan también una
gran mayoría. Gran número de estas, egresadas de universidades públicas,
provenientes de clases populares, así como también de zonas rurales y comunidades indígenas.
La docencia, al igual que la mayoría de carreras feminizadas (enfermería, obstetricia, etc) tiene asignados sueldos paupérrimos, por debajo de oficios semejantes. La jornada doméstica no remunerada no se cuenta en su diaria entrega. Las mujeres trabajan más horas en labores domésticas y de cuidado diarias, adicional al trabajo remunerado. En el caso de las maestras, al tener sueldos tan bajos y labores domésticas, la presión sobre ellas se hace mucho mayor.
Este cálculo puede ser replicado a las tareas adicionales de las carreras feminizadas “de cuidados”, como la obstetricia, enfermería, docencia. A diario las y los maestros además de dedicarse a la escuela, preparación de clases, y dictado, se ocupan de los cuidados de un gran número de alumnos/as (en promedio 30 o más en escuelas públicas), debiendo desarrollar habilidades adicionales para su protección y seguimiento, es decir, se trata también de un trabajo afectivo. Una profesora en huelga, indicaba en la Plaza San Martín: “Los docentes tenemos un doble trabajo, no sólo es la clase, sino que hay que estar preocupada si el alumno comió, si está triste, qué le pasó, peleó en casa, pelearon los padres, sufrió violencia, está anémico, salió embarazada, entre otras cosas, y somos nosotros quienes tratamos de ayudarlos, hasta de nuestra plata sacamos para ayudarlos o darles un pedazo de pan”. Pero este trabajo
no se reconoce, ni valoriza, el sueldo bruto de los/as docentes es promedio Mil Doscientos Soles, claramente infravalorado, dados los 5 años de carrera, la responsabilidad de transmitir conocimientos y habilidades, el desarrollo de una pedagogía, y, por encima de ello, el cuidado de las y los alumnos: la labor afectiva de su profesión.
Ante estos abusos, la clase social traspasa y parece determinar. Es sencillo hablar del oprimido/a, del pueblo y las injusticias desde la distancia de una privilegiada educación privada con acceso a los mejores recursos. Es sencillo posicionarse ante derechos de un grupo vulnerado, cuando son políticamente correctos, y ganados ya hace muchas décadas atrás a través de la dura protesta de mujeres y hombres. Es sencillo salir a marchas que son hasta saludadas por grandes corporaciones y centros comerciales, instituciones públicas y privadas, con permisos de recorrido, y con el resguardo de la policía. Justas demandas sí, pero con una base de derechos ya reconocidos en la normativa y en la conciencia social. El género y los derechos quedan de lado si se trata de demandas en gesta de las clases populares, a las que el gobierno se opone neciamente.
Todos estos discursos resultan contradictorios, cuando hablamos de los mismos derechos de otras clases sociales, como los que se juegaron en la Huelga Nacional Indefinida del Magisterio. Derechos que son pisoteados, por su situación actual -ínfima inversión, nula capacitación, presupuesto 3 veces menor a otros países-, un marco legal arbitrario en el campo de la educación, y que prohíbe la protesta pacífica y ciudadana, manipulación mediática, desvirtuación y satanización de las demandas.
Cuando son los derechos de estas clases populares los que se pisotean, y la situación de injusticia exige la protesta, el silencio de todos estos grupos, organizaciones, colectivos, sujetos que acompañan estas marchas, reina. Humillación, desatención, maltrato, disparos al cuerpo a mujeres y hombres no bastan, el discurso entonces parece contradictorio, o cómodo, capaz de cambiar cuando la protesta exige un posicionamiento, y el sujeto/a de solidaridad es cercano y se tiene la posibilidad de apoyo. Hablar desde las distancias, ignorar desde la cercanía.
Las y los docentes de todas las regiones que salieron a las calles y carreteras, son los encargados de impartir la educación pública a las nuevas generaciones que deberán sostener y manejar el Perú ¡pero cierto!, inconscientemente se sabe que no son las clases populares las que en este modelo podrían asumir el control del país, sino el perfil de quienes serán los/as profesionales de colegios y universidades privadas de sectores altos, medio altos, acomodados o con contactos. Quizá por eso se evidencie tanta distancia, desinterés de ver desde los derechos y el género, e indiferencia ante la Huelga Nacional Indefinida de Maestrxs ¿a quién le interesa la educación pública? A quién más que a las/os mismos que luchan, padres y maestros, en soledad en Lima y todas las regiones del país.
Cuando las situaciones se agudizan, los discursos de muchos grupos y sujetos quedan de lado, los lentes de género, la injusticia, las violaciones de derechos, pueden llegar a ignorarse -en las calles y en las redes-, como lo hemos visto en estos más de dos meses de huelga de maestrxs. La categoría género era y es muy importante para el análisis y contribución de una sociedad más igualitaria y democrática. No debe dejarse de lado nunca, pues lo único que se genera es que se pierda su potencial para el análisis, su origen y sentido. En el mismo sentido, los derechos, que por sus características son universales e indivisibles, no pueden dejarse de lado mientras se reduce un reclamo justo, se prohíbe/viola derechos, como se ha visto en estos días de huelga, en donde los derechos han sido continuamente violados ante los ojos de instituciones que dicen defender los Derechos Humanos. La indiferencia ante el género y los derechos en esta huelga, de grupos y personas que trabajan y cobran para supuestamente defenderlos, está siendo un claro mensaje de tolerancia ante el accionar represivo del gobierno y su maquinaria criminal, de permisividad. Somos much@s los que alzamos la voz para esta protesta, pero son muchos también los y las que se han callado. A ustedes los señalamos.
La enseñanza de quienes levantaron la voz para rescatar la educación pública del abandono, que se movilizaron, dejaron a sus familias, durmieron sobre cartones en el piso, pasaron hambre, demostraron la fuerza de las mujeres por una lucha justa. Maestras, maestros, padres, madres, escolares, gente solidaria de a pie que llegó con alimentos, frazadas, cartones, son las que quedan, son las que importan, y las que van forjando un real cambio para un mañana distinto.
Killari.
Killari.
Foto: Movilización en Lima de maestros/as por Avenida Arequipa - Paro Nacional Indefinido |
Foto: Movilización en Lima de maestros/as en el Paro Nacional Indefinido |
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